Es un mundo
underground, por supuesto y hay que buscar mucho. Pero una vez que lo
encuentras hay todo un mundo de mujeres empoderadas que viven la sexualidad de
sus cuerpos de forma libre, salvaje.
Cuanto más ahondo
en la búsqueda de este placer sexual femenino más se me abre un mundo
maravilloso de placer liberado. A la vez encuentro hasta donde llegan las
garras de la opresión sexual femenina. Cómo el sistema ha conseguido separarnos
por completo de nuestros cuerpos. Hacernos creer que no nos pertenecen. Sobre
todo nuestro placer no nos pertenece. Está ahí desde nuestra etapa fetal. Nos
tocamos la vulva dentro del útero, nos damos placer, porque eso es lo que tiene
que ser. Lo bueno para nuestro desarrollo sexual.
Al fin y al cabo nos va la vida en ello. Todo ser nace, crece, se reproduce y muere.
Nuestra misión máxima en esta vida es reproducirnos. Y nos va la vida en ello.
Desde el momento
que nacemos nos cubren la vulva. Cuando accedemos a ella si alguien nos ve es
muy probable que afee nuestra conducta. Nos adiestrarán a que eso no se hace y,
como mucho, lo dejaremos relegado a momentos de intimidad en solitario donde
nos sentimos nuestras, seguras. Haciendo lo que venimos programadas
biológicamente para hacer pero que nos dicen que no hagamos. No entendemos pero
acatamos.
Y así vamos creciendo, rodeadas de personas reprimidas que nos reprimen. Nos enseñan a aguantar, a tragar, a ponernos determinada ropa, que aunque no nos guste o nos incomode, no importa, porque no nos pertenecemos. No estamos aquí para nosotras sino para la satisfacción sexual de otros.
Nuestra sexualidad, lo que se espera de nosotras es modulado para disfrute ajeno.
El placer sexual
femenino está mal visto. Punto.
Se nos enseña a
callarlo, a no mostrarlo, a ser modositas, a controlarnos. Ahora bien, cuando
practicamos sexo entonces se espera que seamos unas salvajes y disfrutemos de
forma liberada cuando se nos ha oprimido desde el nacimiento. Así que cómo lo
hacemos? Pues sí, queridas, lo fingimos. Porque no hay quien entienda que el
mundo te reprima la pulsión más primaria pero te exija que la experimentes en
su máxima expresión. Y eso es imposible.
Entonces
aprendemos una conducta que podríamos tener de forma innata si no la hubiesen
sumergido completamente al fondo de nuestro ser para experimentar placer.
Cuando él quiera. Lo que él diga. Hasta que él diga. Como él diga. Cuanto él diga.
La conducta
sexual femenina ha sido borrada de tal manera que ni siquiera sabemos lo que es
sexual y lo que no.
Cómo es posible que nos hayan hecho creer que el embarazo, el parto, la lactancia, la crianza no son parte de un mismo todo sexual?
Entendemos que sí, que el sexo es sexo cuando follamos pero nos han hecho pensar que todo lo que deriva de ello ya deja de serlo. Nos han colado que El embarazo no es sexual, el parto no es sexual, el puerperio no es sexual…
Os hacéis una
idea de por qué?
Porque ELLOS no
forman parte. Porque esa sexualidad no les pertenece. Su sexualidad es mucho
más primitiva y se limita a cortejar a la hembra y fecundarla. Incluso han
conseguido, en muchas ocasiones, obviar la parte del cortejo. Nos abusan y nos
follan muchas veces sin siquiera usar mucha violencia, porque llevan
ejerciéndola desde que nacimos. Porque muchas veces no es necesaria,
especialmente si conocemos al perpetrador.
Para nosotras,
nuestras sexualidad no hace más que empezar con el coito. Una vez fecundadas
nuestra sexualidad comienza a crecer. Nuestro embarazo es sexual. La oxitocina
es la hormona principal para que el embarazo se desarrolle como debe. Para que
ese nuevo ser que crece en nosotras desarrolle al máximo su capacidad sexual.
La oxitocina es la hormona del amor, del orgasmo, la hormona del disfrute en
general y del disfrute sexual en particular.çDurante el embarazo, muchas
mujeres, sexualmente liberadas, expresan cómo su capacidad para alcanzar el
orgasmo está mucho más desarrollada, tienen muchos más sueños eróticos, incluso
despiertan por un orgasmo o en un estado de excitación sexual tal que el simple
roce de sus genitales desencadenará uno.
Cuando parimos, llegamos a la expresión máxima de nuestra sexualidad.
El orgasmo
masculino tiene una razón de ser. Es necesario para fecundar a la hembra.
Y el nuestro?
Para qué es necesario?
Para todo lo
demás. Nuestro orgasmo durante el coito favorece la concepción. Le dice a
nuestro cuerpo que se prepare para concebir, que ponga en movimiento todos los
recursos, avisa a los ovarios, a las trompas, al útero, y sobre todo al cerebro
de que se prepare porque es muy probable que haya espermatozoides dentro,
incluso nuestro orgasmo les ayuda a viajar hacia el óvulo mucho más rápido.
Dentro de la
sexualidad femenina, y no por dar menos importancia a ninguno, sino por
devolver la importancia injustamente arrebatada, ¿cual es el acontecimiento en
la vida sexual de la mujer que culmina con el mayor de los clímax, muchos de
ellos trascendentales?
¿Cuál es el proceso que va creciendo en intensidad sexual hasta que culmina con la sensación más increíble que un ser humano puede experimentar?
Sí, sin ninguna
duda el parto de nuestras crías es el culmen sexual de nuestra existencia.
¿Habéis leído relatos de parto de mujeres libres?
¿Mujeres que han parido sexualmente?
¿Partos salvajes?
NADA,
absolutamente NADA tiene más poder en el mundo que esto.
Y, entonces ¿por
qué no se hace?
Creo que ya sabes
la respuesta. Si nos han capado la sexualidad desde que nacemos, ¿cómo iban a
dejar que experimentásemos esto? ¿Cómo íbamos a tener una sexualidad
infinitamente más plena, satisfactoria, inmensa y compleja que ellos?
Al contrario que
en el hombre, el orgasmo de la mujer no parece ser imprescindible para la
supervivencia de la especie.
Así de ignorantes somos. Sí, sin orgasmos femeninos, sin embarazos gozosos ni partos trascendentales aún así producimos crías que nos perpetúen. Porque pudiendo mejorar la especie generación tras generación, pudiendo reproducirnos en el amor, y todo lo que significa follar con amor, parir con amor, criar con amor… hemos optado por no hacerlo. Solo porque ELLOS no pueden experimentarlo, nos lo han arrebatado. Simple y pura envidia: yo no lo tengo, pues tú tampoco.
Y seguimos llamándonos la especie inteligente. La mayoría de las especias van mejorando con el paso del tiempo. Todas excepto una.